"CALIGRAFÍA CHINA"
Poemario escrito por el Dr. Marco Martos se presentará en la Feria del Libro de Lima, en la sala Blanca
Varela, el día 28 de julio a las 5.p.m.
Dirigirán la palabra Julio Fabián y
Saúl Peña.
INSOMNIOS, ESCRIBE BAY YUYI
Por Marco Martos
Hace mucho tiempo vivo con mi esposa
en una casa de campo, en habitaciones separadas.
Tenemos, sin embargo, al fondo,
el murmullo del río que nos ilumina los ánimos.
Por la noche la siento deambular por los pasillos,
aunque va con paso leve, y se me estremece el corazón
cuando cierra la puerta de su estancia con golpe seco.
Solo cuando la siento dormir, prendo mi lámpara de aceite
y escribo sobre los crisantemos y el árbol de canela
que vi en mi remota infancia. Cada mañana conversamos
sobre el tiempo y los gansos salvajes que vuelan al sur
o de los conflictos que tiene el Emperador
con sus válidos y paniaguados, y no pasa nada
hasta que llega la noche y de nuevo la siento caminar
con figura furtiva por todos los recovecos de la casa.
Por Marco Martos
Hace mucho tiempo vivo con mi esposa
en una casa de campo, en habitaciones separadas.
Tenemos, sin embargo, al fondo,
el murmullo del río que nos ilumina los ánimos.
Por la noche la siento deambular por los pasillos,
aunque va con paso leve, y se me estremece el corazón
cuando cierra la puerta de su estancia con golpe seco.
Solo cuando la siento dormir, prendo mi lámpara de aceite
y escribo sobre los crisantemos y el árbol de canela
que vi en mi remota infancia. Cada mañana conversamos
sobre el tiempo y los gansos salvajes que vuelan al sur
o de los conflictos que tiene el Emperador
con sus válidos y paniaguados, y no pasa nada
hasta que llega la noche y de nuevo la siento caminar
con figura furtiva por todos los recovecos de la casa.
Marco Martos
Li Po, anonadado
¡Qué delicia!
la acompasada respiración de tus pechos
en la cálida noche del verano,
el fulgor de la luna solitaria en la bóveda celeste,
el rápido subir de las nubes
a las cumbres de la montaña,
y tus ojos negros, dama Lu, rasmillones de luz
en la oscuridad de los árboles,
y tu risa de pájaro anunciando los comienzos
de la eternidad en la tierra,
¡qué delicia!
Li Po, anonadado
¡Qué delicia!
la acompasada respiración de tus pechos
en la cálida noche del verano,
el fulgor de la luna solitaria en la bóveda celeste,
el rápido subir de las nubes
a las cumbres de la montaña,
y tus ojos negros, dama Lu, rasmillones de luz
en la oscuridad de los árboles,
y tu risa de pájaro anunciando los comienzos
de la eternidad en la tierra,
¡qué delicia!
WANG WEI OBSERVA A SU AMADA
POR Marco Martos
POR Marco Martos
Mientras tejes con los dedos tus greñas de alheña,
observo tus pendientes bailarines que vienen de las costas lejanas
y de mares ignotos allende las montañas,
y miro con infinita ternura tus brazos bajo la blusa de colores transparentes
que ha viajado en la faltriquera de los caminantes
que vuelven de los países bárbaros con el rostro cetrino,
calcinado por el sol, y las dunas y las planicies del desierto.
Pero tu gracia, que nació aquí, en estas tierras que riega el río Amarillo,
se asemeja a la delicadeza de la garza cuando abre los ojos
en el día que comienza. Y tus ojos se parecen a la noche,
delicuescentes, son gotas de lluvia en las hojas del durazno
cuando te sueño en la oscuridad y cada mañana.
DOS ESTATUAS
POR Marco Martos
En la pequeña plaza del pueblo
las dos estatuas conviven pacíficamente.
El Gran Timonel y el Pequeño Timonel
han sido acogidos piadosamente
por el manto generoso de la historia.
Durante el día los visitan los pájaros
y al atardecer diligentes obreros
limpian, hacen brillar el bronce
y dejan los pisos relucientes.
Los viandantes pasan apresurados
y uno que otro turista se toma fotografías
junto a las figuras solemnes de los combatientes.
Tanto tiempo ha transcurrido
que ahora todos ignoran
quién tenía la pluma negra,
quién tenía la pluma roja.
Por la noche, a la luz de la luna,
la sombra de un gato de indefinible color
cruza la plaza. En la maleza se escuchan maullidos
y se ven unos ojos fosforescentes.
POR Marco Martos
En la pequeña plaza del pueblo
las dos estatuas conviven pacíficamente.
El Gran Timonel y el Pequeño Timonel
han sido acogidos piadosamente
por el manto generoso de la historia.
Durante el día los visitan los pájaros
y al atardecer diligentes obreros
limpian, hacen brillar el bronce
y dejan los pisos relucientes.
Los viandantes pasan apresurados
y uno que otro turista se toma fotografías
junto a las figuras solemnes de los combatientes.
Tanto tiempo ha transcurrido
que ahora todos ignoran
quién tenía la pluma negra,
quién tenía la pluma roja.
Por la noche, a la luz de la luna,
la sombra de un gato de indefinible color
cruza la plaza. En la maleza se escuchan maullidos
y se ven unos ojos fosforescentes.
RECETAS DE ORO
POR Marco Martos
Sun Simiao habitaba parajes escondidos,
poblados de hierbas, en Huayuan.
Se paseaba por el campo y usaba las plantas
en infusiones y ungüentos que aplicaba sobre las heridas.
Supo así que la anémona y la genciana son agentes curativos
de la disentería y que la areca expulsa a la tenia del cuerpo humano.
El bermellón, inofensivo a la fisiología femenina, en sus manos
fue útil para el control de la natalidad, asunto que empezaba a preocupar
a los antiguos habitantes de todas las comarcas del imperio.
Escribió un libro que llamó “Colección de recetas de oro”
que hasta ahora es consultado con provecho por pacientes y galenos,
pero dijo: para el mal de amores no hay cura, ni siquiera con la presencia
y la figura de aquella que lo causa, el que sufre de amor
es un alienado y merece internarse en un asilo para lunáticos.
Vivió solo Sun Simiao. Murió rodeado de pájaros,
de pócimas de olores penetrantes, de hierbas aromáticas.
Li Po, entre las nubes, extraña a la dama Lu, lejana, en los trópicos
por Marco Martos
por Marco Martos
Desde abajo observo casas blancas
en lo alto de la montaña que se confunden con la nieve,
con las nubes y con el hálito de los fantasmas.
Los arces del camino lucen muy hermosos
con sus hojas rojas, resplandecientes,
peinadas por el viento y por la escarcha.
¡Qué lejos estás dama Lu, en los trópicos,
con tus cabellos negros sumergidos
en los ojos verdes de las aguas cálidas!
Cesta de ciruelas
por Marco Martos
Por la cuesta, sube la dama Chong
con su cesta de ciruelas.
Tan negra es su cabellera
que se confunde con las tinieblas.
No hay luna.
Solo los ojos de pantera
dan luz en lo oscuro.
Cuando llega la mañana,
en lo más alto de la colina,
Tu Fu la saluda con una venia.
La dama Chong esboza una sonrisa
y entrega las ciruelas deseadas.
Tu Fu la invita a tomar asiento
con gestos amistosos
y le ofrece un vaso de agua
mientras a la dama Chong
se le ilumina el rostro.
por Marco Martos
Por la cuesta, sube la dama Chong
con su cesta de ciruelas.
Tan negra es su cabellera
que se confunde con las tinieblas.
No hay luna.
Solo los ojos de pantera
dan luz en lo oscuro.
Cuando llega la mañana,
en lo más alto de la colina,
Tu Fu la saluda con una venia.
La dama Chong esboza una sonrisa
y entrega las ciruelas deseadas.
Tu Fu la invita a tomar asiento
con gestos amistosos
y le ofrece un vaso de agua
mientras a la dama Chong
se le ilumina el rostro.
Ilusión de los mandarines
por Marco Martos
Encerrados en una terraza del castillo,
divagan los mandarines durante horas de horas.
Cuando dormitan, los ujieres del palacio
traen listas las actas sobre el futuro
que los habladores firman con los ojos cerrados.
De este modo, los parlanchines forman parte del gobierno
y parece que deciden lo que ocurrirá
en el país con los ciudadanos.
Luego corren ríos de vino y aguardientes,
viandas exquisitas, pescados, legumbres, postres deliciosos.
Entretanto el emperador lee libros de nigromancia
en sus jardines del otoño y vuelan mariposas
y gorjean los pájaros
Amor constante
por Marco Martos
por Marco Martos
Quiero verte seguido, dice Tu Fu
a la dama Chong, durante la tarde de primavera,
en las almenas del palacio.
-¿Seguido? ¿Para contemplarme como a una estatua?
-No. Para ser como el agua corriente entre tus manos.
-Te cansarás de mí cuando pasen los inviernos.
-No. Tú serás siempre el amor cristalizado.
-Moriremos algún día.
-Sí moriremos, pero viviremos en el espacio
como espíritus conversando.
Cuando se hace la noche en la ciudad prohibida,
bajo la luz de luna se ven a lo lejos dos sombras
que se hacen una en un febril abrazo,
torbellino de luz que llega a las estrellas distantes.
a la dama Chong, durante la tarde de primavera,
en las almenas del palacio.
-¿Seguido? ¿Para contemplarme como a una estatua?
-No. Para ser como el agua corriente entre tus manos.
-Te cansarás de mí cuando pasen los inviernos.
-No. Tú serás siempre el amor cristalizado.
-Moriremos algún día.
-Sí moriremos, pero viviremos en el espacio
como espíritus conversando.
Cuando se hace la noche en la ciudad prohibida,
bajo la luz de luna se ven a lo lejos dos sombras
que se hacen una en un febril abrazo,
torbellino de luz que llega a las estrellas distantes.
LICOR DE MANZANA
POR MARCO MARTOS
POR MARCO MARTOS
Tu Fu y la dama Chong saben encontrarse
con señales de humo.
Pululan los campesinos alrededor del mercado
y el hombre y la mujer beben lentamente
un licor de manzana en la taberna del pueblo.
Sonríen y conversan y se miran en los ojos,
suspendidos en el aire.
Llega la noche y suben a un carruaje
que lentamente se interna en el campo.
En la oscuridad, como adolescentes,
van con los dedos enlazados.
¡Da alegría que la dama Chong viva tan lejos!
Silencioso el amor flota sobre las ruedas.
Más tarde, solo, Tu Fu se dice:
¡Tanta belleza! ¿Existe en este mundo?
En la ciudad prohibida
MARCO MARTOS
Cruza Tu Fu el bosquecillo de los sauces
de mesas de madera en el centro del soto.
Aprendices de mandarín lucen frentes despejadas
y una trenza negra junto a sus papeles y bolsos de colores.
Sube el poeta por la rampa del edificio más antiguo
de la ciudad prohibida. Encuentra a los escribas
de mirada perdida y arrugas en el rostro y se hacen mutuas reverencias.
Lleva sus pasos al fondo del pasillo, alumbrado por la luz oblicua
del sol en la mañana de primavera.
Abre la puerta de vidrio y halla a la dama Chong,
reclinada con sus pinceles, escribiendo documentos
con esmerada caligrafía.
Ella reconoce al visitante y advierte que la llama del amor
se enciende en esos ojos rasgados y, sin palabras,
le sonríe, afectuosa.
MARCO MARTOS
Cruza Tu Fu el bosquecillo de los sauces
de mesas de madera en el centro del soto.
Aprendices de mandarín lucen frentes despejadas
y una trenza negra junto a sus papeles y bolsos de colores.
Sube el poeta por la rampa del edificio más antiguo
de la ciudad prohibida. Encuentra a los escribas
de mirada perdida y arrugas en el rostro y se hacen mutuas reverencias.
Lleva sus pasos al fondo del pasillo, alumbrado por la luz oblicua
del sol en la mañana de primavera.
Abre la puerta de vidrio y halla a la dama Chong,
reclinada con sus pinceles, escribiendo documentos
con esmerada caligrafía.
Ella reconoce al visitante y advierte que la llama del amor
se enciende en esos ojos rasgados y, sin palabras,
le sonríe, afectuosa.
MARCO MARTOS ESCRIBIÓ :
El frufrú del almidón de tus enaguas
(Soledad de Wang Wei)
Los que decían que tus dientes eran cascadas de leche,
no se equivocaban.
Extraño los marfiles de tu risa,
esa blancura de las nieves del Himalaya.
¿Sonaban tus ropas?
Sí sonaban.
Era el frufrú del almidón de tus enaguas
cuando las sombras de la noche empezaban
en las copas de los árboles.
Era el tiempo de abrazos y de lluvia,
las horas del amor profundo en las zarzas.
Juntos ayer. Parecía siempre.
Ahora ¿qué somos?
Entes etéreos, un viento helado
que apaga fuegos en las ciudades.
Lúgubres noticias
autor Marco Martos
Lúgubres noticias llegan a las puertas del palacio
y preocupan al emperador Ho Chau.
Veinticuatro soldados suyos han desaparecido
mientras defendían al reino celeste
en los alrededores de la Gran Muralla. No hay huellas.
No se hallan ni las armas ni los cadáveres.
Al amanecer, veinticuatro gansos salvajes
flotan lívidos en el estanque imperial.
Li Po, casi un tigre
Esos monos que chillan en el centro del bosque,
ingrávidos sobre las ramas, en el ritual de los afectos,
se semejan a ti, leyendo poemas en los salones del palacio,
flotando en medio del aplauso de las damas con su polvos de arroz,
y ese tigre de la noche que salta sobre el lomo del caballo de repente,
se parece a ti, cayendo disparado sobre las ancas relucientes
de tu amada, en el lecho del insomnio de la aurora del amor.
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De mis manos brotarán
amapolas rojas como la sangre.
Así, quizás mi poesía sea eterna.
MI POESÍA SOY YO
FANNY JEM WONG M
LIMA - PERÚ