VERSIÓN COMPLETA:
PARAKLAUSÍTHURON POR MARCO MARTOS
 Lamento ante la puerta cerrada
 Escribe Flavio Valerio
 Tú, Publio Ovidio Nasón, que bien estudias
 el arte mayor de la metamorfosis
 y eres el más sabio conocedor de los afectos
 puesto que escribes con precisión de los cortejos amorosos
 y sabes como nadie la manera de curar
 las heridas que causa el Dios Cupido
 con su carcaj de flechas ponzoñosas,
 qué poco has auscultado en ti mismo,
 ¡oh hechicero confundido!
 ¿Recuerdas que Galo, empecinado, 
 cantó a su amada Lycoris, en cuatro libros
 que llamó Amores, que Propercio pasa su vida
 estremecido, por los encantos de Cintia, su diosa,
 que Tibulo gustaba de la vida rural
 en la que encontraba árboles, ríos,
 serenidad de los campos siempre verdes
 y la belleza sin par de Delia, tierna campesina?
 Tú cantaste a Livia, tan fresca y hermosa
 en los atardeceres de la Via Appia
 y a ella le debes tus versos más logrados,
 pero fuiste casquivano y pusiste tus ojos lascivos
 en muchas vírgenes y mujeres desposadas,
 encontraste abiertas las puertas de las alcobas
 de numerosas damas de la ciudad eterna,
 atraídas por el encanto de tus palabras,
 seducidas por tus modales finos de enamorado.
 Pero se dice que quisiste entrar
 en la habitación de la otra Livia,
 la esposa de Augusto, nuestro emperador
 por la gracia de los dioses, y que deseaste,
 como un alucinado, poner tus manos
 en las blancas carnes de Julia, para ti prohibida,
 puesto que desciende del mismo Eneas,
 hija magnífica de Octavio Augusto, rey de reyes,
 y que rozaste con tus finos dedos
 los brazos de Drusila, púber que pasea
 por los corredores del palacio.
 ¡Tantas cosas se dicen!
 Pero una de ellas, por lo menos, es verdadera
 y Augusto te ha cerrado la puerta de Roma,
 tu ciudad amada, de la que tenías ayer la llave de oro.
 Nunca volverás, solo tu nombre afamado
 se pasea por las calles y plazas de la ciudad eterna,
 solo tus libros van de mano en mano.
 Escribes Trista, acongojados versos en Tomis,
 allá en Dalmacia. Llorarás y llorarás, como Biblis
 te consumirás en tus propias lágrimas,
 serás fuente del agua eterna del dolor
 que ha perdido toda jactancia humana.
 Te celebro, sin embargo:
 ¡eres un gran poeta, los dioses te quieren a su modo!