Poemas de José María Eguren
Poeta y pintor peruano nacido en Lima en 1874. Creció en medio de grandes penurias económicas que le impidieron realizar estudios básicos completos. Si embargo fue un gran lector e investigador de la poesía europea y latinoamericana, circunstancia que le permitió compensar su imposiblidad para realizar estudios superiores. Vivió gran parte de su vida a la orilla del mar, en Barranco, donde cultivó además su gusto por la pintura. En sus últimos años, agobiado por la pobreza y su salud precaria, ocupó un puesto como bibliotecario en la ciudad de Lima. Su obra está compilada en las siguientes publicaciones: «Simbólicas» en 1911, «La canción de las figuras» en 1916, «Sombra» y «Rondinelas» en el año 1929.Falleció en 1942.
El bote viejo
por José María Eguren
Bajo brillante niebla,
de saladas actinias cubierto,
amaneció en la playa,
un bote viejo.
Con arena, se mira
la banda de sus bateleros,
y en la quilla verdosos
calafateos.
Bote triste, yacente,
por los moluscos horadado;
ha venido de ignotos
muelles amargos.
Apareció en la bruma
y en la armonía de la aurora;
trajo de los rompientes
doradas conchas.
A sus bancos remeros,
a sus amarillentas sogas,
vienen los cormoranes
y las gaviotas.
Los pintorescos niños,
cuando dormita la marea
lo llenan de cordajes
y de banderas.
Los novios, en la tarde,
en su alta quilla se recuestan;
y a los vientos marinos,
de amor se besan.
Mas el bote ruinoso
de las arenas del estuario,
ansía los distantes
muelles dorados.
Y en la profunda noche,
en fino tumbo abrillantado,
partió el bote muriente
a los puertos lejanos.
El caballo
por José María Eguren
Viene por las calles,
a la luna parva,
un caballo muerto
en antigua batalla.
Sus cascos sombríos...
trepida, resbala;
da un hosco relincho,
con sus voces lejanas.
En la plúmbea esquina
de la barricada,
con ojos vacíos
y con horror, se para.
Más tarde se escuchan
sus lentas pisadas,
por vías desiertas
y por ruinosas plazas.
El cuarto cerrado
por José María Eguren
Mis ojos han visto
el cuarto cerrado;
cual inmóviles labios su puerta...
está silenciado!...
Su oblonga ventana, como un ojo abierto,
vidrioso me mira;
como un ojo triste,
con mirada que nunca retira
como un ojo muerto.
Por la grieta salen
las emanaciones
frías y morbosas;
¡ay, las humedades como pesarosas
fluyen a la acera:
como si de lágrimas,
el cuarto cerrado un pozo tuviera!
Los hechos fatales
nos oculta en su frío reposo...
¡cuarto enmudecido!
¡cuarto tenebroso
con sus penas habrá atardecido
cuántas juventudes!
¡oh, cuántas bellezas habrá despedido!
¡cuántas agonías!
¡cuántos ataúdes!
Su camino siguieron los años,
los días;
galantes engaños
y placenterías...;
en el cuarto fatal, aterido,
todo ha terminado;
hoy sus sombras el ánima oprimen:
¡y está como un crimen
el cuarto cerrado!
El dolor de la noche
Cuando tiembla la noche tardía
en los arenales y los campos negros,
se oyen voces dolientes, lejanas,
detrás de los cerros.
¡Es el canto del bosque perdido,
con la gama antigua de silvestres notas,
o el gemir del turbón ignorado,
por vegas y sombras!
¡O el distante clamor de las fieras
que en las pampas brunas
y en las lomas y campos eriales
envían al hombre sus iras nocturnas!
¡El coro que sube remoto a los cielos
será de la muerte la roja palabra
o el clamor de ciudad brilladora
que se hunde, se apaga!
¡El rondó que triste
las pendientes dormidas circunda:
el grito del odio será de los montes,
será de las tumbas!
Cuando se obscurecen las bromas erguidas
en los arenales y los campos negros,
cómo suena el dolor de la noche
¡detrás de los cerros!
El dominó por José María Eguren
Alumbraron en la mesa los candiles,
moviéronse solos los aguamaniles,
y un dominó vacío, pero animado,
mientras ríe por la calle la verbena,
se sienta, iluminado,
y principia la cena.
Su claro antifaz de un amarillo frío
da los espantos en derredor sombrío
esta noche de insondables maravillas,
y tiende vagas, lucífugas señales
a los vasos, las sillas
de ausentes comensales.
Y luego en horror que nacarado flota,
por la alta noche de voluptad ignota,
en la luz olvida manjares dorados,
ronronea una oración culpable, llena
de acentos desolados
y abandona la cena.
El estanque
por José María Eguren
¡El verde estanque de la hacienda,
rey del jardín amable,
está en olvido
miserable!
En las lejanas, bellas horas
eran sus linfas cantadoras,
eran granates y auroras,
a campánulas y jazmines
iban insectos mandarines
con lamparillas purpuradas,
insectos cantarines
con las músicas coloreadas;
mas, del jardín, en la belleza
mora siempre arcana tristeza:
como la noche impenetrable,
como la ruina miserable.
Temblaba Vésper en los cielos,
gemían búhos paralelos
y, de tarde, la enramada
tenía vieja luz dorada;
era la hora entristecida
como planta por nieve herida;
como el insecto agonizante
sobre hojas secas navegante.
Clara, la niña bullidora,
corrió a bañarse en linfa mora,
para ir luego a la fiesta
de la heredad vecina;
ya a su oído llegaba orquesta
de violín, piano y ocarina.
Brilló un momento, anaranjada,
entre la sombra perfumada,
con las primeras sensaciones
del sarao de orquestaciones.
¡Oh! en la linfa funesta y honda
fue a bañarse la virgen blonda;
de los amores encendida,
la mirada llena de vida. ..
¡EI verde estanque de la hacienda,
rey del jardín amable,
hoyes derrumbe
miserable!
La dama I
por José María Eguren
La dama i, vagarosa
en la niebla del lago,
canta las finas trovas.
Va en su góndola encantada
de papel, a la misa
verde de la mañana.
Y en su ruta va cogiendo
las dormidas umbelas
y los papiros muertos.
Los sueños rubios de aroma
despierta blandamente
su sardana en las hojas.
Y parte dulce, adormida,
a la borrosa iglesia
de la luz amarilla.
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De mis manos brotarán
amapolas rojas como la sangre.
Así, quizás mi poesía sea eterna.
MI POESÍA SOY YO
FANNY JEM WONG M
LIMA - PERÚ