viernes, septiembre 25, 2020

BARRET, ELIZABETH

 


 

BARRET, ELIZABETH 



Poeta inglesa nacida en marzo de 1806 en Coxhoe Hall, Durham.Hija de un rico terrateniente, recibió una esmerada educación, gracias a la cual, se interesó desde muy pequeña por la lectura de los clásicos.

En 1920 publicó su primer poema “La batalla de Maratón”, seguida por “Ensayo sobre el hombre y otros poemas” en 1826,  “El serafín y otros poemas” en 1838 -publicación ésta que la elevó a la fama internacional-, “El lamento de los niños” en 1841 y  “El galanteo de Lady Geraldine” en 1844.

Una vieja lesión de columna vertebral debilitó su salud obligándola a usar opio para calmar los dolores. En 1846,  a pesar de la oposición de su padre, contrajo matrimonio con el poeta Robert Browning, con quien se radicó en Paris y posteriormente en Italia. De esta época son sus publicaciones “Sonetos de la portuguesa” en 1850, “Las ventanas de la casa Guidi” en 1851, “Aurora Leigh” en 1856 y “Poemas antes del Congreso” en 1860.

Falleció en Florencia en 1861. Después de su muerte, en 1863,  se editó su última producción poética: “Últimos poemas”. 



  ALÉJATE DE MÍ…BARRET, ELIZABETH

 
Aléjate de mí. Mas sé que, para siempre,
he de estar en tu sombra. Ya nunca, solitaria,
irguiéndome en los mismos umbrales de mi vida
recóndita, podré gobernar los impulsos

de mi alma, ni alzar la mano como antaño,
l sol, serenamente, sin que perciba en ella
o que intenté hasta ahora apartar: el contacto
e tu mano en la mía. Esta anchurosa tierra 

con que quiso alejarnos el destino, en el mío
deja tu corazón, con latir doble. En todo
lo que hiciere o soñare estás presente, como 

 en el vino el sabor de las uvas. Y cuando
por mí rezo al Señor, en mis ruegos tu nombre
escucha y ve en mis ojos mezclarse nuestras lágrimas.
Versión de Màrie Manent

 





  ALMAS DE FLORES DE BARRET, ELIZABETH

 
Nos quedamos contigo, rezagadas,
las últimas de aquella muchedumbre,
como voz de quien canta
y sus propias canciones le enamoran.
Somos perfume y alma
de la flor y el capullo.
Tus pensamientos nos llevamos, cuando
nuestro aliento respiras,
hacia los amarantos de esplendores,
que en las colinas arden,
hacia tiernas campanas de los lirios
y grises heliotropos;
hacia llanos cubiertos de amapolas, que guardan
tal aliento de sueño y tal sonrojo,
que, al cruzarlas, los ángeles
habrán de parecerte más blancos todavía;
hacia el sesgo del río, de ajo silvestre orlado,
donde te solazaste un día entero,
hasta que tu sonrisa trocábase en devota
y el rezo florecía;
hacia la rosa oculta en el boscaje,
que vertía sus gotas de rocío en tu sueño;
y hacia aquellos asfódelos floridos
donde tu paso hundiste.
Tiramos de tu ropa
y tu pelo alisamos;
desfallecemos entre nuestras quejas
y sufrimos, perdidas por los aires. 

 Versión de Màrie Manent
 



CATALINA A CAMOENS DE BARRET, ELIZABETH

 
 Al morir mientras él se encuentra en el extranjero
y aludiendo a los versos en los que el poeta
se refería a su dulce mirar. 

 No entrarás por esta puerta
que contemplo sin cesar.
¡Adiós! Se va la esperanza,
viene la muerte, no tú.
Ven, amor mío,
ven a cerrar
estos ojos que llamaste
los de más dulce mirar. 

 Cuando oía tu canción
en antiguas primaveras,
olvidando otros elogios
sólo escuchaba los tuyos,
y repetía
el corazón:
Benditos sean mis ojos
si le parecen tan dulces. 

 Todo cambia y esta tarde
baña un sol frío la puerta.
¿Susurrarías ahora
igual que antes: Te amo mucho…
cuando la muerte
nubla triunfal
los ojos que ayer llamaste
los de más dulce mirar? 

 Si estuvieras a mi lado
junto a la cama en que muero,
aunque antaño desdeñaste
su hermosura, sé que ahora
los llamarías
siendo veraz,
por el amor que hay en ellos,
los de más dulce mirar. 

 Y si entonces los mirases
y ellos te viesen a ti,
todo su brillo perdido
volverían a tener.
Por el amor
y de verdad
fueran belleza radiante
los de más dulce mirar. 

 Pero, ay, que sólo me ves
con ojos de enamorado
como una leve sonrisa
soñando tras abanicos;
y así repites
sin saber más
en tus serenos ensueños:
los de más dulce mirar. 

 Mientras el alma se sale
de mi cuerpo lento y pálido,
siempre ansioso por oír
estas palabras de amor,
¡oh, mi poeta,
ven a mí ya!
Tardío amor, ven, son tuyos
los de más dulce mirar. 

 Poeta mío, profeta,
al alabar su dulzura,
¿es que no viste que está
apagándose su luz?
¿Es que no viste
que ya jamás
devolvería la tumba
los de más dulce mirar? 

 Silencio. Sólo se escucha
el surtidor en el patio,
cae el agua sobre el mármol
como cae el corazón
desde el suspiro
hasta la muerte,
muerte que anuncia su triunfo
sobre los ojos más dulces. 

 ¿Vendrás? Me siento muy sola,
todo es amargo a mi lado,
y tu voz, amado mío,
no me despierta los párpados.
Ha muerto amor,
llorad, llorad,
junto al ciprés si es que fuisteis
los de más dulce mirar. 

 Sonaba el ángelus, cerca
de aquel convento paseábamos
y los coros atraían
los ángeles al coloquio.
Veía el cielo
el alma audaz.
Sonreíste. ¿Es eso impuro,
los de más dulce mirar? 

 Al pasar en tu caballo
y ver tras la celosía
de aquel palacio otro rostro
que no es el rostro de siempre,
¿en un murmullo
repetirás:
Desde aquí me contemplasteis,
los de más dulce mirar? 

 Cuando las damas en torno
de tu guitarra te digan:
Canta, poeta, los versos
de la dama que murió,
¿entre las lágrimas,
no fingirás
entonando la canción
de la del dulce mirar? 

 ¡Oh, melodiosas palabras
muchas veces repetidas!
Entre todas tus canciones
la mejor ésta será,
la escucha el alma
una vez más
entre el ruido de este mundo…
Los de más dulce mirar. 

 El clérigo va a rezar,
el coro está de rodillas,
otras músicas solemnes
el alma pronto oirá.
¡Oh, miserere,
oh, ten piedad!
Ya no será Catalina
la de más dulce mirar. 

 Guarda esta cinta que es mía
(me la quité del cabello),
y cuando llores sobre ella
no te sentirás tan solo,
pues desde el cielo
yo sin cesar
en ti posaré estos ojos,
los de más dulce mirar. 

 Pero ahora, cuando aún
estoy aquí, brillan más;
tú, amor mío, echa en olvido
todo lo que es mi pasado:
estas palabras
dedicarás
a otra más bella que yo:
la de más dulce mirar. 

 Pero, ¿qué hacéis, ojos míos?
Sois desleales si el llanto
dejáis caer por el bien
de su esperanza y su vida.
Sería indigno
para el mortal
que un llanto ruin enturbiara
los de más dulce mirar. 

 Velaré por su futuro,
bendeciré su esplendor;
quiero que cante a otros ojos
de mirar mucho más dulce.
Que los proteja
su ángel guardián,
y que sean para él
los de más dulce mirar. 

 Versión de Carlos Pujol

 





  DE MI CABELLO NUNCA DI UN RIZO… BARRET, ELIZABETH

 
 De mi cabello nunca di un rizo a ningún hombre,
amado mío, salvo el que te ofrezco ahora
y, pensativamente, en toda su largura
sombría, voy ciñendo en torno de mis dedos. 

 Tómalo. Ya mis días de juventud pasaron;
ya al paso alborozado no tiembla mi cabello,
ni prendo en él la rosa o los brotes del mirto,
como las chicas suelen: ya sólo puede, en pálidas 

 mejillas, sombrear las huellas de mi llanto,
y se avezó a soltarse cuando a la frente inclina
con su arte el dolor. Temí que las tijeras 

 fúnebres lo cortaran primero, y ha vencido
tu amor. Tómalo. Puro como antaño, hallarás
el beso que, al morir, en él dejó mi madre. 

 Versión de Màrie Manent
 




  ¿DE QUÉ MODO TE QUIERO?  DE BARRET, ELIZABETH

 
 ¿De qué modo te quiero? Pues te quiero
hasta el abismo y la región más alta
a que puedo llegar cuando persigo
los límites del Ser y el Ideal. 

 Te quiero en el vivir más cotidiano,
con el sol y a la luz de una candela.
Con libertad, como se aspira al Bien;
con la inocencia del que ansía gloria. 

 Te quiero con la fiebre que antes puse
en mi dolor y con mi fe de niña,
con el amor que yo creí perder 

 al perder a mis santos… Con las lágrimas
y el sonreír de mi vida… Y si Dios quiere,
te querré mucho más tras de la muerte. 

 Versión de Carlos Pujol
 




  DILO, DILO OTRA VEZ… BARRET, ELIZABETH

 
 Dilo, dilo otra vez, y repite de nuevo
que me quieres, aunque esta palabra repetida,
en tus labios, el canto del cuclillo recuerde.
Y no olvides que nunca la fresca primavera 

 llegó al monte o al llano, al valle o a los bosques,
en su entero verdor, sin la voz del cuclillo.
Me saluda en las sombras, amado mío, incierta,
esa voz de un espíritu, y en mi duda angustiosa, 

 clamo: «¡Vuelve a decir que me quieres!» ¿Quién
teme un exceso de estrellas, aunque los cielos colmen,
o un exceso de flores ciñendo todo el año? 

 Di que me quieres, di que me quieres: renueva
el tañido de plata ; mas piensa, amado mío,
en quererme también con el alma, en silencio. 

 Versión de Màrie Manent
 




  ES VERDAD QUE DE ESTAR MUERTA… BARRET, ELIZABETH

 
 ¿Es verdad que de estar muerta sintieras
menos vida en ti mismo sin la mía?
¿Que no brillara el sol lo mismo que antes
sabiéndome en la noche del sepulcro? 

 ¡Qué estupor, amor mío, cuando vi
en tu carta todo eso! Yo soy tuya…
Pero… ¿tanto te importo? ¿Cómo puedo
servirte vino con mi mano trémula? 

 Renunciaré a los sueños de la muerte
volviendo a las miserias del vivir.
¡Ámame, amor, tu soplo resucita! 

 Otras cambiaron por amor su rango,
y yo por ti el sepulcro, la dulzura
celestial por la tierra aquí contigo. 

 Versión de Carlos Pujol

 





  ¡MIS CARTAS! BARRET, ELIZABETH

 
 ¡Mis cartas! Papel muerto… mudo y blanco…
Y no obstante palpitan esta noche
en mis trémulas manos cuando aflojo
la cinta y caen sobre mis rodillas. 

 Ésta decía: Dame tu amistad…
Ésta fijaba un día en primavera
para tocar mi mano… casi nada,
¡pero cuánto lloré! Ésta… un papel… 

 decía: Te amo, y yo me estremecí
como si Dios rasgase mi pasado.
Ésta, Soy tuyo… pálida la tinta 

 por estar junto a un pecho tumultuoso.
Y esta última… ¡oh, amor!, no fuese digna
de lo que dices si lo repitiera. 

 Versión de Carlos Pujol
 




  NO ME ACUSES, TE RUEGO…BARRET, ELIZABETH

 
 No me acuses, te ruego, por la excesiva calma
o tristeza del rostro, cuando estoy a tu vera,
que hacia opuestos lugares miramos, y dorarnos
no puede un mismo sol la frente y el cabello. 

 Sin angustia ni duda me miras siempre, como
a una abeja encerrada en urna de cristales,
pues en templo de amor me tiene el sufrimiento
y tender yo mis alas y volar por el aire 

 sería un imposible fracaso, si probarlo
quisiera. Pero cuando yo te miro, ya veo
el fin de todo amor junto al amor de ahora, 

 más allá del recuerdo escucho ya el olvido;
como quien, en lo alto reposando, contempla
más allá de los ríos, tenderse el mar amargo. 

 Versión de Màrie Manent
 




  OH, AMOR MÍO, AMOR MÍO… BARRET, ELIZABETH

 
 Oh, amor mío, amor mío, cuando pienso
que existías ya entonces, hace un año,
cuando yo estaba sola aquí en la nieve
y no vi tus pisadas ni escuché
tu voz en el silencio… Mi cadena,
eslabón a eslabón, iba midiendo
como si no pudiese verme libre
por tu posible mano… ¡Hasta beber
la prodigiosa copa de la vida!
¡Qué extraño no sentirte en el temblor
del día o de la noche, voz, presencia,
ni adivinarte en esas flores blancas!
Yo era ciega lo mismo que el ateo
que no descubre a Dios al que no ve. 

 Versión de Màrie Manent
 



  QUE HA CAMBIADO, DIJERA…BARRET, ELIZABETH 

 
 Que ha cambiado, dijera, toda la faz del mundo,
desde que oí los pasos de tu alma moverse
levemente, ¡oh, muy leves!, junto a mí, deslizándose
entre mí y aquel borde terrible de la muerte 

 tan clara, donde hundirme creí; mas fuí elevada
hasta el amor y pude saber un nuevo ritmo
para mecer la vida. La copa de amarguras
que Dios nos da al nacer, apuraré gustosa, 

 loando su dulzura, amor mío, a tu lado.
El nombre de las tierras y el del cielo se mudan
según donde estés tú o hayas de estar un día. 

 Y este laúd y el canto mío, que quise antaño
(los ángeles canoros bien lo saben), los quiero
sólo porque tu nombre se mezcla en lo que dicen. 

 Versión de Màrie Manent

 




  SI HAS DE AMARME…BARRET, ELIZABETH

 
 Si has de amarme que sea solamente
por amor de mi amor. No digas nunca
que es por mi aspecto, mi sonrisa, el modo
de hablar o por un rasgo de carácter 

 que concuerda contigo o que aquel día
hizo que nos sintiéramos felices…
Porque, amor mío, todas estas cosas
pueden cambiar, y hasta el amor se muere. 

 No me quieras tampoco por las lágrimas
que compasivo enjugas en mi rostro…
¡Porque puedo olvidarme de llorar 

 gracias a ti, y así perder tu amor!
Por amor de mi amor quiero que me ames,
para que dure amor eternamente. 

 Versión de Carlos Pujol

 




 Y NO OBSTANTE EL AMOR POR SER AMOR…
BARRET, ELIZABETH

 
 Y no obstante el amor por ser amor
es bello. Igual llamea reluciente
un gran templo y la hierba. El mismo fuego
arde quemando el cedro y la cizaña. 

 Y el amor es un fuego; y cuando digo
te quiero, oh Dios, te quiero, ante tus ojos
me transfiguro en esplendor y siento
mi cara centelleante que deslumbra. 

 En el amor no puede haber ruindad
aunque amen los más ruines de los seres,
que cuando aman a Dios Él los acepta. 

 Y en la apariencia ruin de lo que soy
refulge el sentimiento y purifica
por ser fruto de amor lo que es de carne. 

Versión de Carlos Pujol

jueves, septiembre 24, 2020

LA NIÑA DE LAMPARA AZUL

 LA NIÑA DE LAMPARA AZUL

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_________ PER ME, PER ME, SOLTANTO PERME ________

En el pasadizo nebuloso

cual mágico sueño de Estambul,

su perfil presenta destelloso

la niña de la lámpara azul.

Ágil y risueña se insinúa,

y su llama seductora brilla,

tiembla en su cabello la garúa

de la playa de la maravilla.

Con voz infantil y melodiosa

en fresco aroma de abedul,

habla de una vida milagrosa

la niña de la lámpara azul.

Con cálidos ojos de dulzura

y besos de amor matutino,

me ofrece la bella criatura

un mágico y celeste camino.

De encantación en un derroche,

hiende leda, vaporoso tul;

y me guía a través de la noche

la niña de la lámpara azul.

Jose Maria Eguren

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Alighieri, Dante

 

 Alighieri, Dante  

Poeta y filósofo italiano nacido en Florencia en  1265.
Muy joven perdió a sus padres y en 1281 combatió por la liga güelfa contra los gibelinos toscanos.

Alrededor de 1285 se casó con Gemma Donati con quien tuvo tres hijos. Sin embargo, su verdadera musa fue Beatrice, hija de Folco Portinari y casada con Simón de’ Enjaeza. De esa época data parte de su “Vita nuova”.

Después de la muerte de Beatrice , en 1290, se dedicó al estudio de la Teología y Filosofía, participó en política e hizo parte de los Priores de Florencia. En 1301 fue embajador en Roma. Durante su ausencia, Florencia fue tomada por Carlo di Valois, su casa fue saqueada y a él le fue impuesta una fuerte multa conmutada luego por la pena de muerte en 1302.

Residió en París entre 1307 y 1309. La mayor parte de su destierro la pasó en algunas ciudades del norte italiano y nuevamente en  Verona, donde empezó a escribir su máxima obra, “La divina Comedia” en 1309.

Finalmente encontró la paz en Rávena, terminó allí su obra y poco después de publicarla, falleció el 14 de septiembre de 1321.




AMOR E’L COR GENTIL

 Corazón y el Amor son una cosa
sola y gentil -el sabio lo ha dictado.
Ninguno sin el otro ha palpitado,
que la razón no puede estar ociosa.

Falla natura cuando está amorosa,
y Amor o el Corazón por un cuidado;
transcurra el tiempo breve o dilatado,
lo mismo en inquietud que si reposa. 

Si a la Bella se suma la Discreta,
y nuestra vista bebe su dulzura
colmando el corazón de ansia secreta, 

del Amor al asedio que perdura
pidiendo estadio la Beldad nos reta
como bravo adalid en su armadura.

 Versión de: Carlos López Narváez

 




CANTO I° DE LA DIVINA COMEDIA
 (Fragmento) 

Del camino a mitad de nuestra vida
encontréme por una selva oscura,
que de derecha senda era perdida.
¡Y cuánto en el decir es cosa dura
esta selva salvaje, áspera y fuerte,
que en el pensar renueva la pavura!
Tanto es amarga que es poco más muerte:
más, para hablar del bien que allí encontrara
diré otras cosas de que fui vidente.
Yo no se bien decir cómo allí entrara;
tan lleno era de sueño en aquel punto
que el derecho camino abandonara.
Mas luego, al ser al pie de un monte junto
en donde daba término aquel valle
que aflicto en miedo el corazón me tuvo,
miré a lo alto, y vi que era en su talle
vestido ya de rayos del planeta
que nos guía derecho en cualquier calle.
Fue entonces la pavura un poco quieta,
que en el lago del pecho aún me duraba
la noche, que pasara tanto inquieta.
Y como aquel que con cansadas ansias,
salido ya del piélago a la riba,
se vuelve a ver las peligrosas aguas,
así el ánima mía, aún fugitiva,
se volvió atrás a remirar el paso
que no dejó jamás persona viva.
Cuando di algún reposo al cuerpo laso
aquella proseguí playa desierta,
tal que el pie firme siempre era el más bajo.
Y he aquí, casi al comenzar la cuesta
una onza ligera y presta pronto,
que de pie maculada era cubierta:
y no se me apartaba de ante el rostro,
así tanto impedía mi camino
que muchas veces intenté el retorno.
Tiempo era el principio matutino,
y remontaba el sol con las estrellas
que eran con él, cuando el amor divino
movió al principio aquellas cosas bellas;
tal que de esperar bien me dio ocasión,
de la fiera de piel pintada aquella,
la hora del tiempo y dulce la estación:
mas no sin que temor no me infundiese
la aparecida vista de un león.
Este semblaba contra mi viniese
con la testa alta y apetito fiero,
que el aire parecía le temiese;
mas una loba, que de todo anhelo
parecía cargada en su magrura,
y vivir mucha gente hizo con duelo,
esta causome turbación tan dura
con el temor, nacido de su vista,
que perdí la esperanza de la altura.
Y como aquel, que con placer aquista,
y llega el tiempo que perder le haga,
que en todo su pensar llora y se atrista,
tal me hiciera la fiera de paz falta,
que, viniendo a mi encuentro, poco a poco,
me rechazaba allí donde el sol falla.
Mientras retrocedía al lugar hondo
ante mi vista se hizo descubierto
quien mudo pareció en lo silencioso.
Cuando yo le miré en el gran desierto,
“Apiádate de mi -le grité al mismo-,
quienquiera seas, sombra u hombre cierto.”
Respondiome: “Hombre no; hombre ya he sido,
los que diéronme el ser fueron lombardos,
y ambos por patria a Mantua la han tenido.
Nací sub Julio, bien que un poco tardo
y viví en Roma, bajo el buen Augusto,
en tiempos de engañosos dioses falsos.
Poeta he sido, y yo canté del justo
hijo de Anquises, que volvió de Troya
después que fuese el soberbio Ilión combusto.
Mas, ¿por qué a tanta pena tu retornas?
¿por qué no vas al deleitoso monte
que es principio y razón de dicha toda?”
“¿Eres tu aquel Virgilio, aquella fuente
que tan gran río en el hablar difunde?
-le respondí con vergonzosa frente-.
¡Oh, de los otros poetas honra y lumbre!
válgame el largo estudio y grande amor,
que a mí buscar me han hecho tu volumen.
Eres tu mi maestro, eres mi autor:
eres tu solo aquel, de quien yo hurto
el bello estilo, que me ha dado honor.
Mira la bestia por la cual yo huyo:
de ella, famoso sabio, has de ayudarme,
que me hace estremecer venas y pulso.”
Te conviene seguir distinto viaje,
-dijo, después de ver que yo lloraba-,
si quieres huir de este lugar salvaje:
porque esta bestia, por la qual tu clamas,
no deja que otro pase por su vía,
mas tanto se lo impide que lo mata;
y es su natura tan malvada e impía
que su rabiosa gana nunca llena,
y ha más hambre al comer que antes tenía.
Con muchos animales se empareja,
y aún serán muchos más, hasta que el Veltro
vendrá, y hará que con dolor se muera.
Este no comerá tierra ni peltro,
pero si amor, virtud, sabiduría,
y su patria estará entre Feltro y Feltro;
será salud de aquella humilde Italia,
por quien murió la virginal Camila,
Euríalo y Turno y Niso en la batalla.
Este la cazara por cada villa,
hasta arrojarla dentro del infierno,
del que al principio la sacó la envidia.
Mas ahora por tu bien pienso y discierno
que tu me sigas, yo seré tu guía:
te sacaré de aquí a un lugar eterno,
donde oirás espantosa gritería:
verás viejos espíritus en duelo,
que todos la segunda muerte ansían;
luego aquellos verás, que están contentos
en fuego, porque esperan la llegada
entre los alabados, a su tiempo:
a los cuales, si tu ascender desearas,
otra alma te quiara que yo más digna,
te dejaré con ella cuando parta:
que aquel Emperador, que reina arriba,
porque yo con su ley rebelde me hice,
no quiere a su cuidad por mi la ida.
En toda parte impera y allí rige,
allí está su ciudad y su alto asiento:
¡dichoso aquel, que al lado suyo elige!”
Yo le dije: “Poeta, te requiero
por ese Dios que tu no conociste,
para huir de este mal o más adverso,
que me lleves allá donde dijiste,
tal que yo vea la puerta de San Pedro
y aquellos que tu dices ser tan tristes.”
Anduvo entonces, y seguí postrero. 

Versión de: Carlos López Narváez
 




CANTO III DE LA DIVINA COMEDIA ( fragmento ) 

INSCRIPCIÓN
Por mí se llega a la ciudad doliente.
Por mí se avanza hacia la eterna pena.
Por mí se va tras la perdida gente. 

Dios al pecado señaló condena
y surgí entonces cual suprema alianza
del poder sumo y la justicia plena. 

Y no existiendo en mí fin ni mudanza
nada me precedió sino Dios mismo.
Los que entrásteis perded toda esperanza. 

Versión de: Nicolás Bayona Posada


 


CON L’ALTRE DONNE


 Otra ninguna mis pupilas llena;
y si las miro, no dudéis, Señora:
lo que disperso en otras enamora
vuestra beldad lo junta en gracia plena. 

La vuestra duda no será condena,
ni razón contra mí torturadora:
por tanta gallardía seductora,
tan fija a vuestro ser va mi cadena, 

que a cuanto no es lo vuestro, fenecidos,
sólo en Vos mi pensar y mis sentidos
saben vivir su esclavitud gozosos. 

Y si en otras mudara alma y figura,
nuevo Luzbel sería, de la Altura
cayendo a los abismos tenebrosos. 

Versión de: Carlos López Narváez
 




LA VIDA NUEVA     (fragmento) 

Muchas veces me vienen a la cabeza
la oscura cualidad que me da el Amor
y me tengo lástima y así me digo: 

¡Ay de mí!, ¿les pasa esto a otros?;
porque tan hábilmente me asalta el amor
que la vida casi me abandona:
sólo un hilo de espíritu deja medio vivo,
uno que sólo por ti vive y razona. 

Luego me esfuerzo, yo deseo salvarme,
y casi muerto, sin ningún valor,
vengo a verte, creyendo así curarme: 

y cuando alzo los ojos para observarte
en mi corazón se inicia un terremoto
que suspende en mi alma todos los latidos.

 




OLTRE LA SPERA… 

Allende el orbe de rodar más lento
llega el suspiro que mi pecho exhala:
nuevo intelecto con que Amor escala
célica altura en alas del lamento. 

Cuando alcanza la cima de su intento
ve la Mujer que otra ninguna iguala
por su esplendor: a quien todo señala
de Amor para el más alto rendimiento. 

Viéndola así, con voz sutil, ardiente,
Amor le habla al corazón doliente
que lo interroga y no comprende nada. 

Soy yo quien me hablo a mí y ante la bella
membranza de Beatriz, todo destella
y lo entiende mi mente iluminada.

Versión de: Carlos López Narváez
 




SONETO 

Amor brilla en los ojos de mi amada,
y se torna gentil cuando ella mira:
donde pasa, todo hombre a verla gira
y a quien ve tiembla el alma enamorada. 

Anochece si esconde su mirada,
y por volverla a ver todo suspira:
ante ella la soberbia huye y la ira;
bellas, honrad conmigo a mi adorada. 

Feliz mil veces quien la ve y la siente;
al nacerle el alma al punto empieza
todo humilde pensar, toda dulzura, 

y no sabe, al mirarla sonriente,
si en ella se excedió naturaleza,
o el milagro gentil tanta hermosura. 

Versión de: Alejandro Araoz Frazer
 



SONETO XL 

Peregrinos que vais meditabundos
talvez en algo que no veis presente:
¿Venis desde una tan remota gente
que os miro, con agobios tan profundos 

 y sin llanto en los ojos errabundos,
ir a través de la ciudad doliente,
como si ciego, sordo, indiferente,
la viera vuestro ser desde otros mundos? 

Me dice el corazón entre lamentos
-parad por escucharlo unos momentos-
que al salir d’ella os seguirá el quebranto. 

Ya su BEATRIZ sólo es celeste sombra,
y de toda palabra que la nombra
fluye un acerbo manantial de llanto.

 Alighieri, Dante  Versión de: Carlos López Narváez
 




TANTO GENTILE 

Tanto es gentil el porte de mi amada,
tanto digna de amor cuando saluda,
que toda lengua permanece muda
y a todos avasalla su mirada. 

Rauda se aleja oyéndose ensalzada
-humildad que la viste y que la escuda-,
y es a la tierra cual celeste ayuda
en humano prodigio transformada. 

Tanto embeleso el contemplarla inspira,
que al corazón embriaga de ternura:
lo siente y lo comprende quien la mira. 

Y en sus labios, cual signo de ventura,
vagar parece un rizo de dulzura
que el alma va diciéndole: ¡Suspira! 

 Alighieri, Dante  Versión de: Carlos López Narváez

 



TUTTI LI MIEI PENSER… 

Sabe sólo de Amor mi pensamiento;
por él y en él lo tengo tan cambiante:
de Amor la potestad lo lleva amante,
o a loco razonar, su valimiento. 

Me infunde en la esperanza dulce aliento,
o acerbo lloro en onda desbordante;
tan sólo se unifica si tremante
mi alma de pavor se ve un momento. 

Y así mi suerte ignoro en la contienda,
y no querer decirlo y que lo diga:
vagando voy en amorosa erranza… 

Y si con todos he de hacer alianza
vano será clamarle a mi enemiga
-la insensible Piedad- que me defienda. 

Alighieri, Dante  Versión de: Carlos López Narváez


 



VEDE PERFETTAMENTE… 

Bien sabe a cuál saluda y reverencia
el que vea entre damas a la mía;
todas ellas hacerle compañía
tienen de Dios como gentil clemencia.

De su beldad es tánta la excelencia
que envidias no despierta ni falsía:
bien antes, galanura y ufanía
-dones de Amor- afinca su presencia. 

De su redor dimana mansedumbre
y así vestidas de su misma lumbre,
cada una, sintiéndolo, se honora. 

Fue siempre todo en Ella tan luciente,
que nadie, suspirando dulcemente,
podrá olvidar su gracia arrobadora.

Alighieri, Dante Versión de: Carlos López Narváez

miércoles, septiembre 23, 2020

POESÍA DE OSCAR ACOSTA

POESÍA DE OSCAR ACOSTA

POESÍA DE OSCAR ACOSTA

 
 Reseña biográfica

Poeta, político y diplomático hondureño nacido en Tegucigalpa en 1933.Residió en Perú desde 1952, donde dio a conocer sus primeras producciones poéticas alejadas del estilo costumbrista dominante hasta entonces en su país. Su primera publicación fue Responso poético al cuerpo presente de José Trinidad Reyes en 1955, seguida luego por Poesía menor en 1957. Residenciado de nuevo en Honduras, continuó su carrera literaria con  Tiempo detenido en 1962, Mi país en 1971, y sus antologías Selección 1952-1965 en 1965 y Selección 1952-1971 en 1976.  Cultivó el teatro y la crítica literaria dirigiendo las revistas Honduras Literaria y Extra de Tegucigalpa 
Fue el primer director de la Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y fundó en Tegucigalpa la Editorial Nuevo Continente. Es además miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua.
En 1960 recibió en Nicaragua el Premio Rubén Darío, y en 1979 el Premio Nacional de Literatura Ramón Sosa de Honduras.



POESÍA DE OSCAR ACOSTA


 CABELLO DE MUCHACHA 

Tu cabello es de humo dorado,
una copa con un jugo encendido,
un caracol de ondeado vidrio,
una flor de bronce tímido. 

Tu pelo existe, tiembla suavemente
cuando mi mano llega a su rocío,
cuando lo beso entusiasmado,
cuando llora como los niños. 

Tu cabello es un odre con frío,
una estrella dulce, un pistilo
que lucha por ser lirio. 

Es una paloma convertida en durazno,
una corona que alumbra con sus cirios
y que calienta la sangre como el vino.

 
POESÍA DE OSCAR ACOSTA




 CARTA DESDE TORREMOLINOS 

Un laurel es tu mano entre mi mano
y agua unitiva el río de tu brazo,
ansias somos unidas por un lazo
tenso de resistir y cotidiano. 

El roce de tus labios no fue en vano
y para comprobarlo te doy plazo:
sobre mi pecho de hombre está tu trazo
y tu aliento a mi boca está cercano. 

Mujer ausente y todopoderosa
no deseo olvidar tu cuerpo fino,
ni tu caricia misericordiosa. 

Amo tu risa de fulgente lino
y al recordarte ahora, dolorosa
se me vuelve la sangre y agrio el vino.

 

POESÍA DE OSCAR ACOSTA



 EL FUEGO 

Frotó el indio la yesca,
el pedernal, el pino
con otro pino viejo,
la madera, las hojas
de roble, la corteza
de los ceibos caídos,
el cuerpo del animal
salvaje, el carbón
mineral endurecido.
El mundo cambió entonces
otro espejo movible
que no era el del agua,
alzó su brazo rojo
en la espesa maleza,
en el ámbito crudo
de miles de años
a la sombra, iluminados
solamente por el rayo
o por el centelleo
de los lúcidos ojos
de las fieras. 

Tú te callaste entonces
viendo crecer la lengua
clarísima, la llama
que levantó su lanza,
su corona de espinas
y que lamió la noche
como animal salvaje.
Ante tu limpio rostro
de indígena doncella
nacía otro milagro:
el milagro del fuego.

 

POESÍA DE OSCAR ACOSTA



 EL NOMBRE DE LA PATRIA 

Mi patria es altísima.
No puedo escribir una letra sin oír
el viento que viene de su nombre.
Su forma irregular la hace más bella
porque dan deseos de formarla, de hacerla
como a un niño a quien se enseña a hablar,
a decir palabras tiernas y verdaderas,
a quien se le muestran los peligros del mundo. 

Mi patria es altísima.
Por eso digo que su nombre se descompone
en millones de cosas para recordármela.
Lo he oído sonar en los caracoles incesantes.
Venía en los caballos y en los fuegos
que mis ojos han visto y admirado.
Lo traían las muchachas hermosas en la voz
y en una guitarra. 

Mi patria es altísima.
No puedo imaginármela bajo el mar
o escondiéndose bajo su propia sombra.
Por eso digo que más allá del hombre,
del amor que nos dan en cucharadas,
de la presencia viva del cadáver,
está ardiendo el nombre de la patria.

 
POESÍA DE OSCAR ACOSTA




 EL ROSTRO 

De tu rostro purísimo y resplandeciente
surge una luz silenciosa
que todo lo desnuda, descubre
paraísos y mares de ceniza,
oculta sombras con su bella campana
y vuela como un pájaro.
Olvidar tu rostro es ahogar el corazón,
tratar de ignorarlo es vivir
a ciegas, dando tumbos;
no es necesario volver a decir
que tu rostro nos promete un reino
en un universo inmóvil y destruido.

 

POESÍA DE OSCAR ACOSTA



 ESCRITO EN PIEDRA 

Yo vi, joven señora,
su bello cuerpo
entre las piedras
como una orquídea. 

No había fuego entonces
al servicio del hombre,
ni dúctiles metales
mostraban al asombro
del primitivo ser
sus formas. 

Andábamos descalzos
como niños,
desnudos como peces
en el agua
y corríamos libres
como ágiles leopardos 

Era el año dos mil
o cuatro mil
antes de Jesucristo.
Las tribus combatían
con pedernales,
con piedras
y cuchillos. 

Antes de ir al combate
pinto estos signos
en la pared antigua
de una cálida cueva,
junto a otros símbolos
que mis antepasados
en ocasiones similares
escribieron. 

Ignoro quién recogerá
estas frases.
Es posible que entonces
no seamos, tú y yo,
ni estática ceniza
ni barro sumergido.
Desde mi monarquía
compartida, te recuerdo.
Y si volvieras a nacer
te prometo que siempre
serías, como ahora lo eres,
mi mujer y mi reina. 

II

En la mesa veo frutas,
agua en los cántaros,
peces con los ojos abiertos
en las cuerdas del patio,
el maíz calentándose en los cuartos. 

El cazador soy yo,
el cazador que sale
en la noche a buscar
el alimento diario,
las hojas para el lecho,
la fibra para el manto,
la flor para tu pelo,
la piel para el zapato. 

Hoy te traigo una flor
selvática, una luna caída,
un perfume barato,
yo quiero que la pongas
en tu pecho blanquísimo,
en tu seno cubierto
con cuero de venado. 

Eso te traigo ahora,
compañera mía, ojo
para mi llanto. 

III

Para ti  las fúlgidas naranjas,
la dura carne de las ciruelas,
el azúcar  mojado de la piña,
la suavísima daga del plátano,
la invicta blancura de la caña,
el agua limpia del cocotero,
el vello niño del durazno,
la división de la guanábana,
la aristocracia de la manzana
y la tristeza de la guayaba. 

Para ti todo eso con la mano
que recoge en el monte la fruta,
la deja en la mesa de cedro
y la corta todas las mañanas.


 
POESÍA DE OSCAR ACOSTA




 FORMAS DEL AMOR 

 “Niña invicta,
te he visto ya en las onzas españolas”
Medardo Mejía 

Mis manos tocan, niña mía, tu rumorosa piel,
tu dulcísima carne que tranquilos ángeles habitan,
tu cabellera suave,
tu corazón pequeño. 

Oye la campana del día
apagando el luto de la noche
mira la luz que silenciosamente nos cubre,
mira el cielo:
ese jardín sobre tu pecho;
respira el aire quieto
que el ruiseñor anuncia con su lanza,
conduce tu desamor
a un lago sepultado
y háblame con tus labios excelsos. 

Llegué a sentir sobre las manos
el agua efímera,
el verano derribando sus torres,
el abismo cerrando sus ventanas,
el fruto abandonado,
el mar abriéndose las venas,
el fuego hundido,
hasta que tú, niña mía,
perfecta virgen repetida,
me entregaste tu rostro. 

Veo de cerca la copa
confusa de las aguas,
busco tu claro nombre entre las rosas,
tu dulzura en la esencia de los árboles,
tu vigilia en el beso,
tu olor en los duraznos,
tu luz en el rocío
y me doy cuenta sorprendido
que todo me lo traes, niña mía,
con tu mano sagrada.

 

POESÍA DE OSCAR ACOSTA



 LA ESTRELLA 

Sobre mi pecho abatido por los golpes
está tu estrella tibia, dolorosamente azul,
diríase un cielo toda ella.
No quiebra el agua su perfecta dulzura,
su sencillez es transparente y tiene
el uniforme brillo de la lluvia alta.
Déjame este lucero, este cuerpo celeste
sembrando sobre mi pecho lleno de golpes,
estás ya tan humilde que tu nombre
se puede decir con respeto y con pequeñas
letras de amor, dios mío.

 

POESÍA DE OSCAR ACOSTA




LOS AMANTES 

Los amantes se tienden en el lecho
y suavemente van ocultando las palabras y los besos.
Están desnudos como niños desvalidos
y en sus sentidos se concentra el mundo.
No hay luz y sombra para sus ojos apagados
y la vida no tiene para ellos forma alguna. 

La hermosa cabellera de la mujer puede ser una rosa,
el agua tibia o un surtidor enamorado.
El fuego es solamente un golpe oscuro.
Los amantes están tendidos en el lecho.

 

POESÍA DE OSCAR ACOSTA



LLEGAR  A TI… 

Llegar a ti, entonces, es buscar
la voz de un niño entre las multitud,
recoger el miedo interminable
que origina un viento nocturno,
iluminar el amor con una lámpara
de primitivo y de dulce aceite,
tocar con los dedos un pájaro de azúcar
que besa el cuello de las mujeres,
limitar la invasión de la nieve
que llega con sus armaduras de frío
y verte tranquilo y reposado
quemando el intacto silencio.

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La fiesta de KIKÍN, EL SALTARÍN , se celebró en el Club Social Miraflores , con CUENTACUENTOS , canciones , ricos bocaditos y mucha alegría. Una historia en rima que fomenta los valores de la alegría, la amistad y el compromiso.

Alfonsina Storni

“Quizá nos encontremos frente a frente algún día, quizá nuestros disfraces nos logremos quitar. Y ahora me pregunto… cuando ocurra, si ocurre, ¿sabré yo de suspiros, sabrás tú suspirar?”

“La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla.” G García M.

“La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla.” G García M.
“Los recuerdos son los tesoros que se mantienen atrapados en el almacén de nuestras almas, para mantener el corazón caliente cuando estamos solos.” Becky Aligada

HAIKU DE FANNY JEM WONG

HAIKU DE FANNY JEM WONG
entre bocados / al final se escucha / gochisousama

CON MI FAMILIA

CON MI FAMILIA
Confucio veía la familia como el cimiento de la sociedad y sostenía que el respeto y la armonía dentro de ella eran esenciales para el bienestar de todos sus miembros. Consideraba que la familia era el lugar donde se debían aprender los valores morales y éticos, y donde se debían forjar los lazos familiares fuertes y duraderos. Además, destacaba la importancia de los roles y las responsabilidades dentro de la familia, así como la educación como herramienta para mejorar la sociedad. En definitiva, Confucio nos dejó un legado que enfatiza la importancia de la familia como pilar fundamental en nuestras vidas. FUENTE : https://filosofiaoriental.info/que-dice-confucio-de-la-familia/