Diane Keaton
Por Marco Martos
Tú tienes en los ojos verdes la pasión de ser mujer,
el brillo del intelecto, la calma espiritual,
una punzante pasión por la vida difuminada
en una suave sensualidad en las calles de Nueva York.
Muchos quisieron ir contigo a esas bancas de los parques
en el otoño y resistir los primeros fríos conversando
y luego entrar a un café para seguir viviendo lo compartido
en inacabables días donde tú representabas la perfección.
Eso no era para ti, pues llevas en las venas el agua de Heráclito,
el afinado transcurrir del tiempo, el crecimiento y el fin del amor.
Nunca estuviste dispuesta a historias de tristezas
y dejaste que Woody Allen y otros semejantes
se quedasen como estatuas de sal a la vera del camino.
Naciste para el espectáculo, para dar deleite a desconocidos,
arrebujados en la oscuridad de los teatros y los cines,
mirándote como a una diosa del celuloide que tiene
respuestas chispeantes, ocurrencias divertidas, en toda ocasión.
Quien no te ha visto en la pantalla, no conoce a ciencia cierta
cómo en el cine se dan la mano la profundidad y la ligereza,
y cómo lo más valioso de la vida, cuando una mujer tiene tanto talento,
aparece como un rayo de luz en lo cotidiano, en lo inesperado,
en una parlamento tuyo, Diane Keaton, personificado, para cada espectador
Por Marco Martos
Tú tienes en los ojos verdes la pasión de ser mujer,
el brillo del intelecto, la calma espiritual,
una punzante pasión por la vida difuminada
en una suave sensualidad en las calles de Nueva York.
Muchos quisieron ir contigo a esas bancas de los parques
en el otoño y resistir los primeros fríos conversando
y luego entrar a un café para seguir viviendo lo compartido
en inacabables días donde tú representabas la perfección.
Eso no era para ti, pues llevas en las venas el agua de Heráclito,
el afinado transcurrir del tiempo, el crecimiento y el fin del amor.
Nunca estuviste dispuesta a historias de tristezas
y dejaste que Woody Allen y otros semejantes
se quedasen como estatuas de sal a la vera del camino.
Naciste para el espectáculo, para dar deleite a desconocidos,
arrebujados en la oscuridad de los teatros y los cines,
mirándote como a una diosa del celuloide que tiene
respuestas chispeantes, ocurrencias divertidas, en toda ocasión.
Quien no te ha visto en la pantalla, no conoce a ciencia cierta
cómo en el cine se dan la mano la profundidad y la ligereza,
y cómo lo más valioso de la vida, cuando una mujer tiene tanto talento,
aparece como un rayo de luz en lo cotidiano, en lo inesperado,
en una parlamento tuyo, Diane Keaton, personificado, para cada espectador
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De mis manos brotarán
amapolas rojas como la sangre.
Así, quizás mi poesía sea eterna.
MI POESÍA SOY YO
FANNY JEM WONG M
LIMA - PERÚ